Plato grabacion peliculas
Diseño e ingeniería

La falsa arquitectura del mundo del cine

02 de marzo de 2018

Uno de los nombres más influyentes en la historia del cine es alguien de quien probablemente nunca hayas oído hablar. Un nombre que no está en el Paseo de la Fama ni en tu antología del cine, pero si eres un arquitecto con debilidad por la épica expresionista alemana, quizás seas la excepción.

Otto Hunte formaba parte del trío de diseñadores de producción al que el director Fritz Lang llamaba frecuentemente para dar vida a sus guiones. Sus edificios futuristas, que se alzaban cual gigantes sobre la ciudad de Metropolis, se ven reflejados en algunas de las obras arquitectónicas de hoy; una ciudad vertical organizada por capas según el estatus social de la población.

El equipo de Hunte incluía a otros dos alemanes: Erich Kettelhut y Karl Volbrecht; y fue precisamente el papel de Filmarchitekt que desarrolló Volbrecht lo que me suscitó interés por esta historia. Volbrecht ayudó a dar vida a los dibujos de Hunte. Dibujos de una ciudad futurista que perdura para siempre sobre la pantalla, pero solo por un instante en el mundo real.


Ese momento efímero es la obsesión de Hollywood. Se construyen platós enormes en backlots para lograr la toma perfecta. Escenarios que tardan meses, incluso años, en construirse. Para El Señor de los Anillos, el director Peter Jackson llegó a pedir a su equipo que plantara en el plató plantas de verdad un año antes del rodaje. Este es el nivel de detalle que quieren los directores y, unos equipos de centenares de personas (o más) hace uso de su talento para construir pueblos que solo existirán durante unos meses. Si las plantas deben ser perfectas, imagina la obsesión por los detalles en la arquitectura y la estética.

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El pueblo que duró… ¿cuánto?

Estrechas calles medievales, bonitas carreteras adoquinadas, un cierto je ne sais quoi que siempre parecen tener los franceses. Esto es Conques; un pintoresco pueblecito perdido en el sur de Francia y el escenario para el rodaje de La Bella y la Bestia de 2017. El plató de este re-make de Disney y el pueblo en que se basa, pueden estar a unos 1.100 km de distancia, pero tienen una similitud llamativa.

Conques Francia

Y no es ninguna casualidad. La diseñadora de producción Sarah Greenwood realizó un viaje relámpago por Francia buscando inspiración en antiguos chateaux y la arquitectura tradicional para ayudarle a recrear la Francia de 1.740. Un equipo de más de 60 escultores, y demás personal, trabajó sin apenas descanso para construir escenarios de casi nueve metros de altura en un período de 18 meses. A veces resulta prácticamente imposible diferenciar los delicados detalles y ornamentos de las fachadas artificiales de las verdaderas.

Pero el mundo real de la producción no es un cuento de hadas. De hecho, hubiera sido posible rodar la película en el pueblo, pero cuando los productores hicieron cálculos, volvieron a Sarah con una propuesta: “Nos costaría X ir hasta ahí, ¿podrías construirnos el pueblo (por menos dinero)?”

Inspirándose en todos los elementos que más les habían impactado de ese viaje, Greenwood y el equipo, se pusieron manos a la obra en el backlot de Shepperton Studios para dar vida al pueblo. Una de las razones por las que se creó un pueblo tangible fue que la Bestia, protagonista de la película, se generaría por ordenador. A los productores les preocupaba que la utilización de excesivos efectos especiales resultara algo recargado para el espectador, sobre todo, teniendo en cuenta que esta sería la adaptación en carne y hueso de la película original de dibujos animados de 1992. Solo valdrían cosas “de verdad”.

Así que artistas y obreros se dedicaron a construir el pueblo modelando, esculpiendo y enyesando en el enorme plató. Se prepararon planos y diseños, se descartaron y se volvieron a hacer, una y otra vez.

En el transcurso de las obras, el equipo construyó, entre otras cosas, un suelo de falso mármol de unos 1.100 metros cuadrados, un bosque de unos 890 metros cuadrados (con árboles y setos vivos cuya colocación llevó 15 semanas) y un pueblo de más de 2.700 metros cuadrados con casita, escuela, iglesia y plaza. Todo ello construido por un equipo de más de 1.000 personas para un rodaje que duraría solamente tres meses, de mayo a agosto de 2015.

Escenario de pelicula

Si no puedes construir grande, construye pequeño

Si tu ciudad es demasiado grande o tu presupuesto demasiado bajo, recuerda que puedes recurrir a las técnicas pioneras de los cineastas de los años veinte del siglo pasado. El Gran Hotel Budapest de Wes Anderson, ganó un Oscar al mejor diseño de producción, sin utilizar trucos que no conociéramos ya. Hoy en día, Metropolis podría parecernos un poco falso, pero era precisamente este punto de artificialidad el que quería recrear Anderson.

La sensación de artificialidad de Metropolis viene de las técnicas utilizadas para construir y luego rodar en el plató. Fritz Lang trabajó con su equipo de producción para crear una mezcla de edificios a tamaño real, miniaturas a escala y un ingenioso uso de reflejos para crear un mundo futurista.

El equipo de Metropolis empleó una técnica ideada por Eugene Shuftan que combinaba maquetas en miniatura con personajes de verdad. Un espejo colocado a un ángulo de 45 grados reflejaba la imagen del plató en miniatura que se había construido detrás de la cámara. Al eliminar la superficie reflectante del espejo, aparece el cristal transparente a través del cual se podían ver a los actores (que estaban detrás del espejo). Si se alineaba todo correctamente, la cámara captaba el reflejo del plató en miniatura que había detrás de la cámara y también a los actores de carne y hueso actuando en el mismo.

Fue un truco muy ingenioso, innovador para la época; técnica que también se aprecia en El Gran Hotel Budapest, pese a ser una película más moderna. Sin embargo, en esta ocasión, en lugar de utilizar espejos se grabó primero la miniatura y posteriormente se introdujeron digitalmente a los actores en el plató, una técnica conocida como composición digital.

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¡A la sala de guerra!

A veces, un lugar que parece tangible y real, con paredes fuertes, cómodo… quizás ni siquiera exista. El ala oeste de la Casa Blanca y House of Cards, nos trasladaron al interior de la Casa Blanca. Nos llevaron por largos pasillos y opulentas oficinas presidenciales. Como diseñador de producción, de uno depende hacerlo creíble. Pero también se tiene la posibilidad de cambiar cosas. Al fin y al cabo, el cine es arte. Entonces, ¿por qué no hacer algo más que simplemente mover un cuadro o una silla aquí o allá? ¿Qué pasaría si se diera rienda suelta a la imaginación? ¿Por qué no puede el guion hablar de una habitación que realmente no existe, pero que podría existir?

Ocupando un cargo que denominó “el mejor papel que he interpretado jamás”, el actor de Hollywood y después presidente Ronald Reagan debería haber conocido mejor los trucos del oficio. Después de todo, era el cine lo que le había hecho famoso. Sin embargo, en su primer día como presidente, mientras recorría la Casa Blanca, pidió a sus asistentes que le llevaran a la sala de guerra. “¿Qué sala de guerra?”, le respondieron. “La de la película Dr. Strangelove (o ¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú, como se llamó en España)”, contestó el presidente en tono completamente serio.

Set de cine

Era una película de Stanley Kubrick de los años 60 y la famosa sala de guerra no existía en realidad. Era un escenario perfectamente construido por el diseñador Ken Adam, inspirándose en Dr. Caligari y Metropolis. Adam nació en Berlín y estudió arquitectura en Londres. Su icónico plató era una enorme mesa redonda alumbrada por un gran halo de luz, un plató que Spielberg calificó como el mejor que se había diseñado jamás.

“No sé cómo son las instalaciones que tiene el gobierno,” dijo Adam. “Y desde luego que no me basé en ellas para realizar esta sala de guerra.” Su escenario está rodeado por enormes pantallas con mapas del mundo que los ocupantes de la sala deberán analizar. Es posible que en este caso se podría perdonar a Reagan por pensar que era real.

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Hoy, las imitaciones de Hollywood han ido mucho más allá de la sala de guerra de la Casa Blanca. Los solares en construcción en China están vallados con preciosas fachadas falsas. En muchos lugares en obras se imprimen enormes imágenes para cubrir los edificios en remodelación (por ejemplo, el Palacio de Kensington). Además, para ver una curiosa visión de cómo sería un París surrealista en dos dimensiones, no hay mejor proyecto que el de Claire y Max de Melimonde.

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